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El Dr. Higinio Ayala regresa de su 3º misión en Gaza después de operar a casi 40 pacientes, niños en su mayoría

El Dr. Higinio Ayala, cirujano plástico de Valdecilla y de nuestra clínica, acaba de regresar de su tercera misión como cooperante en territorio palestino. «He podido operar y ayudar a 39 pacientes, la mayoría niños con graves quemaduras«, confirma el Dr. Ayala con el Diario Montañés.

«No salvamos vidas, pero logramos evitar graves secuelas en niños y jóvenes víctimas de explosiones, balazos o aplastamientos. Eso supone aportar calidad de vida a gente que de otra forma nunca tendría acceso a este tipo de intervenciones«.

Gracias al proyecto de cirugía reconstructiva que desarrolla Médicos Sin Fronteras se suple una de las deficiencias que tienen en Gaza porque no dan abasto. Ayala forma parte de este equipo humanitario desde hace dos años, aunque antes había realizado una primera misión en la zona coincidiendo con el alto el fuego de 2014, de la mano de Médicos del Mundo.

Aquí os dejamos la entrevista que realizó este periódico a nuestra cirujano sobre su experiencia en Gaza:

¿En qué consiste este proyecto?

A diferencia de otros proyectos de la organización, que son puntuales, bien para solucionar problemas relacionados con desastres naturales o conflictos bélicos, éste se enmarca en la ayuda al Ministerio de Salud de la Autoridad Palestina para dar cobertura a la población civil de la Franja de Gaza de manera continuada. Se puso en marcha en 2007 y desde entonces Médicos Sin Fronteras ha operado a cerca de 2.000 habitantes y ha pasado a consulta a alrededor de 14.000 en un entorno cerrado que prácticamente depende de la cooperación internacional.

«No he sentido en ningún momento una situación de peligro». Pese a que fuera de la ‘zona verde’ donde se asientan las organizaciones humanitarias, las huellas de los bombardeos y la destrucción recuerdan que el eterno conflicto palestino-israelí sigue vivo. Ayala reconoce que no ha sentido «en ningún momento una situación de peligro, aunque tengo compañeros que no pueden decir lo mismo, sobre todo los que han trabajado en Siria o Yemen, por ejemplo, relatan historias espeluznantes. En Gaza, he tenido la suerte de ir en momentos de tranquilidad. La primera fue justo después del alto el fuego. En la segunda vivimos una noche de ataques de cohetes, pero la zona geográficamente limitada para las ONG se respeta».

¿Qué tipo de intervenciones ha realizado en este último viaje?

Principalmente intervenciones derivadas de lesiones en casa por quemaduras. En la ofensiva israelí de 2008 destruyeron la central eléctrica, así que dependen de generadores eléctricos -por sí solos no pueden generar electricidad, viene de la red que les suministran desde Israel o Ramala-. En 2014 tenían seis horas de luz al día, ahora se han reducido a tres o cuatro, así que usan generadores eléctricos alternativos de gasolina que generan muchos accidentes caseros. Hay que tener en cuenta que son familias numerosas y que la gente con pocos recursos tiene cocinas económicas que son una continuidad de la casa, así que los niños acaban sufriendo quemaduras bastante graves. También atendemos secuelas del conflicto bélico.

  • «Este tipo de misiones te aportan la remuneración personal de hacer lo que mejor sabes en un sitio donde nadie más va a ir».
  • «Las lesiones que vemos en Gaza no tienen nada que ver con nuestro día a día aquí; la mayoría son por explosiones o balas».
  • «Me impactó la entereza de un niño que iba a operar al saber la razón: nada podía ser peor que ver morir a su madre en un derrumbe».

¿La misión quirúrgica está centrada en los niños entonces?

Se intenta priorizar a los niños, pero se extiende también a los jóvenes. Hay dos bloques de edad: los niños pequeños, que sufren este tipo de accidentes caseros, y los jóvenes que son víctimas del conflicto porque son los que se acercan más a la frontera y reciben balazos porque preparan explosivos en casa o sufren aplastamientos al derrumbarse edificios por los bombardeos. En total, he operado a 39 pacientes.

¿Cómo condiciona esa falta de suministro eléctrico a la planificación de las cirugías?

El hospital Al-Shifa, que nos cede la unidad de quemados para realizar cirugía reconstructiva, tiene sus propios generadores. Hasta hace unos años, Médicos Sin Fronteras tenía una tienda de campaña hospitalaria que se estructuraba en módulos, pero se quedó obsoleta.

¿Qué supone la aportación de esta ONG para la población de Gaza?

Una mejor atención y más calidad de vida. Primero porque el equipo de cirujanos plásticos que tienen allí es reducido y segundo porque utilizan técnicas quirúrgicas clásicas que no han evolucionado como aquí. Los cirujanos de Gaza no tienen muchas oportunidades de formarse fuera. Es por eso que la gente está muy agradecida. Médicos Sin Fronteras tiene un buen nombre, atiende casos muy complejos y eso la población lo sabe.

Y seguro que hay algún caso de los que no se olvidan nunca.

Pues mira, curiosamente no es el más complicado, pero me chocó mucho. En 2014, justo después de la guerra, vino un niño de 10 años con una malformación congénita -tenía dos dedos fusionados de nacimiento-. Le estaba explicando lo que le íbamos a hacer, que tendría algunas molestias… y me sorprendió que no se inmutaba; cualquier niño se asusta o le genera ansiedad una operación, él estaba absolutamente tranquilo. Lo entendí cuando me dijeron que ‘le cuentes lo que le cuentes va a ser menos de lo que ha vivido porque ha visto morir a su madre aplastada por un edificio delante de él‘. Eso te impacta.

¿Y el más complicado?

De esos hay muchos, sobre todo los derivados de explosiones o de disparos. Recuerdo a un chico al que le atravesó el codo un balazo. Le perforó piel, músculo, nervios y hueso. Este tipo de operaciones de reconstrucción son muy complejas. Y si no se la proporcionamos, la alternativa es que la dejarían que curara por sí sola con infecciones y unas secuelas que serían brutales.

Son niños nacidos en medio de un conflicto y en territorio del que no pueden salir. ¿Cómo lo viven?

Solo han vivido esa realidad, los niños que han nacido desde que se levantó el muro no han salido de ahí, viven cercados y con una sensación de claustrofobia y te lo dicen ellos: ‘Yo quiero ser una persona normal, poder viajar‘. Sueñan con poder salir. Allí juegan a pegar tiros.

A nivel personal, ¿qué le reporta este tipo de trabajo?

He participado en varias misiones desde que era residente. Antes de Gaza, estuve en Perú, Ecuador y Chad. Me aporta poder trabajar con la remuneración personal de hacer un buen trabajo donde nadie más va a ir, es la satisfacción de llegar a esa población que de otra manera no estaría atendida.